La Convivencia Escolar es un factor clave para lograr aprendizajes y así lo entendió la Ilustre Municipalidad de San Ramón, entidad con la que HUMANITAS ha desarrollado un extenso trabajo de apoyo y asesoría, que describimos a continuación.
San Ramón es una comuna con diversas problemáticas sociales que afectan la convivencia territorial. Lo indicado, se implica con las escuelas desafiándolas a confrontar las consecuencias de la pobreza, la violencia, el tráfico de drogas, entre otras. Es por esto, que se generó un proceso de apoyo y asesoría centrada en los Manuales de Convivencia, cuya etapa I, ya ha comenzado a dar frutos.
En dicha etapa, Iris Hernández, Profesora de Educación General Básica, Magister en Evaluación y Currículum y Doctora en Estudios Latinoamericanos, se ha dedicado a revisar los Manuales de Convivencia, para evidenciar las fortalezas y desafíos de estos instrumentos y –situada en los particulares contextos de las escuelas- colaborar con el desarrollo de propuestas de mejoramiento de los mismos. Este proceso ha enfatizado –lo comenta Hernández- “apoyar la concreción en torno a que el Manual de Convivencia no es un instrumento en sí mismo, sino que hace parte del PEI del P.M.E y de los distintos Planes que debe desarrollar la escuela. Esto se entiende, pero muchas veces no logra concretarse, desagregando las acciones educativas y, por cierto, agobiando a toda la comunidad escolar”.
La académica explica, a modo de ejemplo, que algunas veces los enfoques que debe incorporar el Manual de Convivencia se entienden como islas; otras veces se comprende su entrecruzamiento, sin embargo, al momento de concretarlo aparecen fallos que vuelven a fragmentar sus alcances. Es por ello, que un elemento clave es reconocer cuál es el enfoque que se desea reforzar y cómo se relaciona con el territorio, con los límites de los derechos, con el aprendizaje y enseñanza que requieren, con la reproducción de la exclusión, entre otros. Esto, para intencionar un proceso de conexión entre ellos que equilibre su expresión.
Lo anterior es fundamental, pues conectarse con problemáticas que afectan los aprendizajes de las y los estudiantes, no solo se relaciona con sus capacidades, con el desarrollo de sus habilidades, o el trabajo escuela/familia, sino que también se vincula con el territorio. “No se debe olvidar que el enfoque crítico nos ha mostrado como la escuela reproduce la organización de la sociedad en su interior. Es en este sentido que el Manual de Convivencia es clave, pues puede ayudar a transformar una realidad que está marcada por la desigualdad y la exclusión”- comenta Hernández, agregando “De allí que no se trate de realizar talleres de formación ciudadana para reforzar los derechos, o movilizar la participación con actividades recreativas o visitar las instancias sociales territoriales. Se trata de que todo esto y los enfoques formativo, participativo, ético, territorial, de género, que involucra nos permitan criticar la realidad para pensar en su transformación. Esta es una tarea por la cual verdaderamente vale la pena esforzarnos”.
El trabajo contempló un análisis participativo que orientó una lectura crítica de los Manuales. Esto, para evidenciar de qué forma abordaba nudos de tensión. ¿Cuáles eran las fortalezas, desafíos y propuestas de mejora al respecto?, fueron preguntas que se respondieron y que guiarán las siguientes etapas. En el marco de las fortalezas, el reconocimiento de la importancia de la Convivencia Escolar, es un factor clave, pues cada escuela expuso a través de las actividades que contemplaban los sellos que caracterizan su acción. Asimismo la existencia de un/a Encargado/a de Convivencia comprometida/o con su labor, es eje de una práctica constante: reconocer la necesidad de mejorar permanentemente las acciones que se realizan.
En el marco de los desafíos, su detección es ya una oportunidad de transformación. Allí emerge la desagregación ya comentada, un carácter normativo/punitivo de la cultura escolar que obstruye la implementación de procesos de resolución de conflictos. Esto, que se contrapone a las normativas ministeriales, impide también que se profundice en el carácter radical -que va a la raíz- que deben poseer prácticas pedagógicas que confrontan problemáticas sociales relevantes como el racismo, el sexismo, la desigualdad social que produce el capitalismo, entre otras. Este carácter radical es base del pensamiento crítico, por lo que mejorarlas apoya el desarrollo de esta habilidad, permanentemente mencionada como relevante por los colegios. “El pensamiento crítico en su más alto nivel no se centra en aprender lo que el currículum o el Manual de Convivencia indica, sino que se pregunta por qué éstos han llegado a ser diseñados de la forma en que están y cómo esto nos libera o nos oprime”-puntualiza Iris Hernández.
En la actualidad se desarrolla la etapa II de este proceso centrada en el diseño del Plan Operativo de la Convivencia Escolar. Lo indicado se centra en el debate/acción sobre las actividades y acciones que son pertinentes a las necesidades detectadas y que se expresan no solo en el Manual, sino también en el PEI y P.M.E. Este proceso, dado su carácter complejo, está siendo acompañado por el desarrollo de talleres formativos que contemplan la sistematización de estos primeros resultados expresados como contenidos de los mismos.